12.11.07

Zapateando


Llevo un tiempo sufriendo de una extraña dolencia en el meñique de mi pie izquierdo que me impide caminar con normalidad en ocasiones (el dolor/molestia/calambre – no sabría cómo explicarlo – viene y se va, va y vuelve erráticamente, sin orden ni concierto) y que sobre todo me jode la vida cuando subo y bajo escalones. Fui a un osteópata, a ver si me solucionaba el tema o por lo menos me informaba de lo que me pasaba y si debía visitar al médico y me dijo que probablemente mi problema se debía a que el pie no se me curó bien después de la operación de juanete que me hicieron en el pie izquierdo y que debía volver al traumatólogo para que me lo mirase (¿alguien se está preguntando si se puede uno operar de algo tan feo tanto visual como fonéticamente como un juanete y seguir siendo glamourosa? Sí, se puede.).

Obviamente, al traumatólogo no he ido (vaya perecitis...) pero sí empecé a hacer un análisis exhaustivo del calzado que me ponía por si acaso podía tener más que ver con mis malos hábitos de zapatos que con mi pie en sí. Y sí. He descubierto que la mayoría de los zapatos Made in Inditex, aparte de tener una numeración absolutamente irregular (tengo un 39 pero el jueves me tuve que comprar un 41), son los que me molestan casi todo el rato que los llevo puestos mientras que los demás casi nunca o nunca. Pensé que esta empresa era incompatible con mis pies, concretamente con mi pie izquierdo, ya que nunca había oído a nadie más quejarse de lo mismo. Por eso ahora cuando voy a Zara y me encantan unos zapatos - si simplemente me gustan ya ni los miro, no quiero arriesgarme - me los pruebo y ando un poco para comprobar que no me molestan. Pero eso no termina con el problema ya que soy INCAPAZ, absolutamente incapaz, de dejar de ponerme aquellos zapatos de Inditex que me encantan pero que me molestan.

Así que cuando hoy me he metido en el blog de Patricia, una mujer a la que no conozco personalmente pero que estoy segura es absolutamente fabulosa, me he sentido muy feliz al leer que a ella le pasa lo mismo que a mí con los zapatos en Zara. Ya no soy la rara del planeta a la que el calzado zarístico le destroza los pies – más bien, el pie -.

Pero lo que más me ha sorprendido ha sido el truco de meter los zapatos en el congelador y luego ponértelos para que no hagan daño ni heridas. Me imagino la cara de cierta persona si un día abre el congelador y ve unos zapatos míos ahí plantados entre un lenguado y unos hielos y me muero de la risa.