29.1.07

Los pendientes grandes


P.T. estaba orgulloso de su novia. Era la que tenía mejor tipo de todo el barrio, la más guay y la más respetada, con mucho genio pero la que estuviera a su lado no podía ser una mosquita muerta como Lillie, que no era capaz de responder lo que tenía que responder cuando el cabrón de su hermano la machacaba en pública. Lore en cambio era capaz de lo que fuera con tal de defenderse a sí misma. Pisaba fuerte y su presencia se notaba siempre. Su risa, fuerte, y sus pendientes, grandes, brillando siempre. Ella sabía como apoyarse en su coche y parecer una modelo. Su pelo siempre alisado y con un corte muy moderno, como toda su ropa, siempre a la última. Siempre que él daba uno de sus conciertos ella estaba en primera fila, echándole la bronca a cualquiera de sus amigos que la quitaran un centímetro de visión aunque fuera sólo por un segundo. Sus pendientes que tanto brillaban en forma de corazón con el nombre de él dentro eran la mejor forma para poder encontrarla a pesar de los focos que le iluminaban a él y la oscuridad que la rodeaba a ella.

Lillie empezó a adelgazar. Su hermano empezó a protegerla y dejó de meterse con ella cuando vio que todos sus amigos hacían comentarios sobre como se estaba poniendo. Lore la miraba de soslayo y hacía que no la veía cuando pasaba, tímida como siempre y mirando hacia abajo, por delante del grupo. Un día P.T. soltó un guau con su mirada fijada en el culo de Lillie. Lore siguió esa mirada con su mirada, la suya asesina. La expresión de su cara hizo temer al hermano de Lillie que también se había dado cuenta. Lore se incorporó del coche, se puso enfrente de él y mirándole a los ojos le escupió en la cara y le dio una patada en los huevos. Él se agachó y maldijo a su novia, al cielo y a dios, deseando que el dolor acabara cuanto antes. Levantó la mirada para poder ver como Lore se iba en la dirección contraria a Lillie. Volvió a mirar el culo de Lillie, diciéndose a sí mismo que era la última vez que lo miraba delante de Lore, pero pensando que se la tenía que follar ese mismo día.

25.1.07

Trabajar con ganas


Me ha encantado Carine Roitfield. Gracias a Mrs. de Winter he visto una especie de entrevista aquí y aunque millones de frases no las he entendido (definitivamente he perdido casi todo mi francés – hablaban demasiado rápido para mí) sí he entendido que en un momento dado les daba la enhorabuena a sus subordinados y que al final del programa decía que su labor como directora de Vogue Francia y de Vogue Hombre Internacional era fructífera sobre todo gracias a la labor de equipo.

Hoy hablaba con una amiga sobre el apalancamiento y la falta de motivación en el trabajo y las medidas para evitarlo y las dos estábamos muy de acuerdo en que era absolutamente necesario que los empleados se sintieran con fuerzas y con ganas de hacer las cosas para rendir al máximo, algo que todavía demasiadas empresas no acaban de entender ya que siguen aplicando las mismas normas que los decimonónicos: pagar cuanto menos mejor, jamás reconocer el trabajo bien hecho y siempre hacer ver que lo que está mal está muy mal. Estas son las tres que se me ocurren en un primer repaso mental pero seguro que hay muchas más actitudes de hace dos siglos.

De lo que no se dan cuenta estas empresas con capital humano infrautilizado es de que cuanto más feliz es una persona, mejor trabajará. Es decir, cuánto más se le reconozcan a una persona sus aciertos y más hincapié se les haga en que los errores sirven para aprender y para que lo malo no vuelva a ocurrir, mejor trabajará. También, aunque el dinero no da la felicidad (afortunadamente, si no que mierda de mundo – pensad por un momento que todos los ricos fuesen felices sólo por el hecho de tener dinero – la mitad de la población estaría con depresión clínica), sí que tranquiliza y hace que estemos más relajados y completos (el poder comprar la Wii si te da la gana o la última faldita de H&M ideal son cosas que le hacen ilusión a uno – claro que los empresarios hace ya mucho tiempo que han olvidado ese tipo de ilusiones y la satisfacción que producen) y dispuestos a utilizar todas las neuronas a favor de la empresa.

Obviamente, la empresa nos paga por trabajar y sólo por eso hemos de dar lo mejor de nosotros mismos, sean cuales sean las condiciones, pero desafortunadamente/afortunadamente el cerebro humano no es una máquina y por tanto no se le puede exigir que trabaje siempre a pleno rendimiento, sean cuales sean las circunstancias.

Lo mejor de la vida es aprender las reglas del juego y sacarle el mejor provecho utilizándolas. Intentar cambiarlas es imposible. Es como darse contra una pared. Por eso no entiendo a las empresas que no entran en el siglo XXI de una vez por todas.

24.1.07

Somos las princesas ideales


Lo primero, dar las gracias a súperCoolboy por decirme cómo hacer estos links tan limpios. Parece ser que era la única de toda la blogosfera (apestosa, según el Sr. NadaImporta) que no sabía hacer esto. Y a raíz de las dos últimas entradas en su blog, quisiera puntualizar lo siguiente:

Las princesas no necesitamos hacer creer a nadie que somos diferentes de como somos. Podemos además de ser guapas, monas o atractivas (e incluso todo a la vez en un buen día) a la vez ser listas e inteligentes y de velocidad mental rápida. Y al mismo tiempo también podemos vestir muy bien (por supuesto, siempre cada una en su estilo – no nos gusta eso de ser clones) y obviamente andar con mucha gracia por la calle. También tenemos muchos amigos y amigas y estamos orgullosas de ello, ya que hemos demostrado que no todas las mujeres somos envidiosas y competitivas y que entre nosotras también nos podemos querer aunque no haya lazos de sangre. Estamos seguras de nosotras pero no por eso pensamos que seamos perfectas. Sabemos que tenemos nuestras cositas, nuestras virtudes y nuestros defectos y por eso intentamos que las primeras nunca empequeñezcan y que los defectos no nos dominen ni nos invadan. Y nunca dejaremos de ser princesas, por mucho que el Sr. NadaImporta recite reglas tontas de Philippe Lechermeier y Rébecca Dautremer sobre como son realmente las princesas cuando probablemente no hayan tenido nunca a ninguna delante.

23.1.07

Bandas criminales


Esta mañana en la radio en el programa del Sr. Herrera estaban hablando de los “Latin Kings” y de la pelea que había habido en un polideportivo de Alcorcón. El corto rato que he escuchado el programa han llamado por lo menos cuatro personas quejándose de que había varias bandas que estaban coartando las libertades de las personas impidiéndoles entrar en las canchas de baloncesto y en los parques si antes no pagaban. La tarifa apuntada era entre dos y tres euros. Me parece increíble que esto esté ocurriendo en España, me da igual que sean “Latin Kings” que madrileños o extremeños. Lo que es preocupante es que pase esto sin que la policía haga nada. Tenía razón uno de los contertulios (no me sé el nombre de los participantes) al afirmar que era la misma situación que ocurría desde hacía años en Sevilla donde tienes que pagar un euro al “cuidador de coche” que haya cerca de donde has encontrado tu plaza de aparcamiento para evitar que te rallen el coche. La verdad es que es patético. Es de país tercermundista que la policía conozca este tipo de actividades y no haga nada. Porque esto del aparcamiento no sólo pasa en Sevilla. Yo he visto a señores hacerlo en el Hospital de la Paz en Madrid.

Y lo que es muy fuerte es que el gobierno diga que “los detenidos de Alcorcón no pertenecen a bandas ni latinas ni ultras” (
http://www.elmundo.es/elmundo/2007/01/22/madrid/1169474666.html) intentando tranquilizar los ánimos populares (por cierto, ¿alguien me puede enseñar a poner vínculos sin que se vea todo el texto?). Pero no han tranquilizado los ánimos (parece que ha habido intentos de reuniones de estudiantes reclamando sus derechos y declarando la guerra a los “Latin Kings”, lo cual me parece deleznable) y sí han conseguido desatar la furia de la oposición y de las masas intentando negar un hecho innegable. Para empezar, todos aquellos que vivimos en Madrid sabemos que hay bandas de ultras bastante agresivas y que no es una realidad sólo del pasado. Para continuar, sabiendo que hay otros medios de comunicación que van a ahondar en esta noticia para sacar miles de historias como las que hemos escuchado esta mañana en Onda Cero, es de tontos intentar ocultar la realidad. Creo que al gobierno no le queda más remedio que reconocer que hay un problema de bandas y que tiene que aumentar la presencia policial para acabar con todas sus actividades delictivas, así como con todas aquellas que hacen de éste un país atrasado.

Sin ir más lejos en los dos parques de al lado de mi casa no sólo hay botellón los viernes y sábados, también hay vandalismo. El botellón en sí a mí no me molesta, pero es ilegal y me hace gracia que la policía no haga nada. Lo que sí que me molesta es que dejen todo tirado (mis amigos eran mucho más limpios y dejaban todo recogidito, como si nadie hubiera pasado por allí), que muevan bolas de granito de sitio, que destrocen columnas, que estropeen balaustradas y que hagan hogueras. Todo esto sin que el ayuntamiento haga nada para evitarlo ni nada para arreglarlo. Uno de los parques lleva por lo menos tres meses destrozado y no parece que a Gallardón le importe mucho.

22.1.07

El Independance


En el Independance hay demasiada gente y casi ningún baño, lo que provoca colas kilométricas que pueden durar más de veinte minutos, algo que puede cortarle la marcha a cualquiera. Allí estaban seis amigos/as felicísimos/as bailando y bebiendo alguna que otra copa cuando a la amiga número uno y al amigo número dos se les presenta la necesidad de ir a hacer pis. Ella no puede hacer más que asumir su destino y que tendrá que tirar veinte minutos de su vida en la cola. No queriendo aburrirse tanto tiempo consigue convencer al amigo número tres y también buenazo para que la acompañe en la cola y así no estar sola. El amigo número dos piensa que tiene que haber una manera mucho mejor para evacuar su vejiga. No sé por qué ni cómo se le enciende la bombilla en la cabeza pero decide que lo mejor es llenar su copa vacía con los restos líquidos de su organismo. Se va a la barra con el cuarto amigo para hacer como si estuvieran esperando a que el camarero les atienda, se baja la bragueta discretamente y empieza a llenar el vaso. Debió ser un poco asqueroso notar como el vaso se va calentando. Cuando terminó, orgulloso de su hazaña, se dio la vuelta y les enseñó al quinto amigo y a la sexta amiga su gran hazaña. Mostraba el vaso como si fuera un trofeo, sonriente y deja el vaso encima de la barra. Mientras el amigo número cuatro no puede parar de reírse, el número cinco le regaña diciéndole que era una guarrada y que cualquiera podría coger la copa y bebérsela. El dos no atendía a razones, estaba feliz de haber conseguido saltarse la cola. La sexta opinó que uno no debería beberse nunca una copa que no es suya, porque eso es robar, así que si todos los que estaban en el bar actuaban bien ninguno acabaría con orina ajena en su gaznate. Mientras le decía eso se acordó de lo que le decía siempre su madre: que si tú actúas bien, todo saldrá bien.

Moraleja: “Si no robas copa, no bebes orina.”

Epílogo: La amiga número uno y el amigo número tres tardaron, cumpliendo los pronósticos, más de veinte minutos en volver. Después la amiga número seis se fue a dormir, el número tres se fue en busca de otra amiga, el número dos se las piró a la francesa, la número uno y el número cuatro finalmente se fueron también a casa y el número cinco se quedó por allí. Nadie se bebió la copa mientras ellos estuvieron por allí.

19.1.07

Ruidos extraños


Durante cuatro años he estado oyendo ruidos raros cuando me quedaba sola en la oficina. Empezaban siempre cuando se iba el último mono y ya sólo quedaba yo. De repente se oían ruidos extraños, metálicos, como si estuvieran encima mío, de sopetón debajo y de improviso parecía que estaban a punto de agujerear la pared y hacer un butrón para robar todo lo que hubiera en el despacho, incluida yo misma. Me mosqueaban bastante y, aunque los ruidos eran más que justificables porque el edificio es antiguo, no podía dejar de pensar que era demasiada casualidad que sólo se oyeran cuando se había ido todo el mundo. He llegado a ir al baño, que está al otro lado de la oficina, armada con el móvil o con un antiviolador. Muchas veces me he sentido tonta. Incluso he llegado a pensar que eran imaginaciones mías. Necesitando no pensar que me había vuelto majara había llegado incluso a pensar que todo eran tretas del portero de la finca que está un poco ido y es muy raro. Una vez apareció un libro en la oficina que habían encontrado entre el correo. Buscando el nombre del dueño dentro de él encontramos un montón de anotaciones y de dibujos e incluso insultos que mezclaban la revolución marxista con delirios psicóticos. Nos quedamos tan alucinados que lo curioseamos durante un buen rato. Nos asustamos. Estar cerca del dueño de ese libro no podía traer nada bueno. Fuimos a llevárselo al portero por si alguien preguntaba por él y nos dijo que era suyo, que menos mal que lo habíamos encontrado. Casi se me heló la sangre. Todos los días, nueve horas diarias, un piso por debajo mío. Poco a poco fui olvidando ese incidente. Supongo que por la necesidad de mi mente de ser feliz olvida pronto lo malo y lo bueno jamás. Así, su actitud distante, su negativa a saludar si yo no le decía algo antes y que no me ayudara con ninguna maleta ni aunque yo llevara muletas lo achaqué a su falta de educación e incapacidad para disfrutar de la vida. Pero el otro día, sola ante los ruidos de nuevo, me acordé del portero y del libro e imaginé que me quería torturar y asustarme para hacerme sentir como la protagonista de “Luz de gas”. Pensé que podía ser muy fácil golpear los tubos de las calefacciones y los techos de la portería. Encontrar esa justificación humana a los ruidos fue casi peor. Así que me fui de allí corriendo.

Hoy, por primera vez desde hace cuatro años, he oído los ruidos cuando la oficina estaba llena. ¿Será que de día no me había fijado en ellos hasta ahora o es simple casualidad?

18.1.07

Surrealismo


Nunca entendí por qué de un día para otro, sin previo aviso, la mayoría de la gente de mi alrededor empezó a utilizar la palabra surrealista hace ya por lo menos seis-ocho años para denominar situaciones que antes definíamos como raras, extrañas, absurdas, inauditas o increíbles. De repente eran todas surrealistas. Y surrealismo no es igual a raro ni a absurdo. De hecho, para el diccionario de la lengua española (http://www.rae.es) el término surrealista sólo significa “1. adj. Perteneciente o relativo al superrealismo. / 2. com. Persona que es partidaria de este movimiento o que lo practica.” (supongo que algún día lo supe pero ya lo había olvidado – al movimiento se le puede llamar surrealismo o superrealismo – a partir de ahora cuando quiera decir que algo es súperabsurdo en vez de decir “esto es surrealista” diré: “pero qué superrealista, ¿no?” – espero caras de sorpresa). Por tanto, podemos deducir que alguien decidió aplicar el término surrealismo a su acepción popular actual porque le apeteció, sin ningún tipo de justificación ni motivo. Tampoco es que pase nada. Así evoluciona el idioma, aunque a mí no me gusta decir ni escribir setiembre. Al principio pensé que a lo mejor no estaba la definición que yo buscaba porque ese tipo de palabras no tienen en el diccionario la definición popular. Entonces busqué kafkiano. Sí que viene: “1. adj. Perteneciente o relativo a Franz Kafka o a su obra. / 2. adj. Característico de este escritor checo o de su obra. / 3. Dicho de una situación: Absurda, angustiosa.”. Así que entonces podemos concluir que el término surrealista lo utilizamos la mayoría de los españoles incorrectamente.

Lo que más me molesta es que nunca me gustó que se utilizara la palabra para designar situaciones absurdas y aún así, acabé cayendo y utilizándola. Si es que soy una débil, la oigo y la oigo y la oigo y acabo diciéndola. Tampoco quise decir nunca Amparo y ahora no podría hablar más de diez minutos con una amiga sin decirlo por lo menos cuarenta veces. Y también detestaba el anglicismo ok cuando empecé a trabajar y siete años después (¡siete años!, muy fuerte) tampoco puedo prescindir de él.

Dato curioso: me he pasado más de un año pensando que la Real Academia de la Lengua Española había aceptado la versión cocreta de croqueta porque alguien me lo dijo y era un bulo. No existe en el diccionario. E incluso si buscamos en el diccionario panhispánico de dudas viene: ““Masa rebozada y frita”. Es errónea la forma cocreta, usada a veces en la lengua popular.”. Encontrarme con esto me ha alegrado el día. Esta buena noticia ha conseguido que a pesar de haber sido hoy un día funesto haya merecido la pena levantarse esta mañana.

17.1.07

Escuchar


Nos ocurre a veces a todos que oímos pero no escuchamos. Y la persona que quiere que la escuches tiene dos opciones. Una de ellas es insistir hasta la saciedad, algo demasiado cansino. Y la segunda opción es que a la primera o a la segunda renuncie. Normal. Yo también suelo acabar renunciando cuando soy yo la que me intento comunicar. Sobre todo cuando la persona que quieres que te escuche se toma lo que le dices como una afrenta personal. Normal también. Porque cuando alguien se empeña en que escuchemos algo que no queremos escuchar suele ser porque no tenemos razón. Y todos, absolutamente todos, como buenos ignorantes, idiotas, imbéciles (siempre con i todos los insultos que suenan mejor) al negarnos a escuchar hemos cerrado la puerta del crecimiento personal, de entender nuevos puntos de vista, de si no cambiar de opinión, intentar ver algo desde el lugar del otro, hablar, comunicarnos, conocer otras mentes que no sean las nuestras, en definitiva todo aquello que pueda enriquecernos, hacernos más listos, más inteligentes, más sabios, más interesantes y mejores personas. Y todo por ser orgullosos, por no querer aceptar que nos podemos equivocar.

Es triste cuando ves que esto le ocurre al que tienes enfrente y eres el que intenta hablar o un simple espectador. Pero más triste es cuando eres el que no quieres escuchar. Porque ahí ni siquiera eres consciente de que eres un idiota que no se está enterando de nada (suponiendo que el que tienes enfrente tiene razón) y que está perdiendo una gran, o pequeña, nunca se sabe, oportunidad de crecer espiritualmente.

Y me molesta mucho muchísimo pensar que seguro que varias veces me habré encontrado en esa situación de negarme a escuchar algo y ni siquiera me he dado cuenta, ni entonces ni ahora. Tengo que escuchar más. No vaya a ser que me pierda algo que no quiero perderme.

Interesante frase


"El pescado podrido huele mucho peor que el fresco"

16.1.07

De dónde viene la moda


¿Dónde empieza la moda? ¿En la calle? ¿En las mentes privilegiadas de los diseñadores? ¿En los medios? ¿De todo un poco? Yo creo que son fundamentales las mentes de los diseñadores, de los coolhunters, de los estilistas de las revistas de moda. Pero sin la aquiescencia de la calle ninguna de sus proposiciones triunfaría. Para un diseñador es fundamental ser creativo, pero también es fundamental estar en consonancia con su tiempo y con la evolución concreta del vestir de los que le rodean. Porque si hace diez años Galliano, Armani o Lagerfeld hubieran intentado que los ochenta volvieran, habrían fracasado estrepitosamente. Los ochenta han vuelto cuando han podido volver, cuando la gente estaba preparada, cuando la evolución en lo que llevamos ha permitido que lo estrecho y entallado nos harte y nos intriguen otras formas nuevas y el oversize. El glitter y el metalizado se han ido colando poco a poco en nuestras mentes. Pequeños brillitos aquí y allá, un poco de purpurina discreta en una esquinita de una camiseta, luego algo de piel metalizada, primero en los zapatos, luego en los bolsos pequeños y de ahí directo a la ropa, como los vestidos dorados o plateados que las revistas y los diseñadores intentan convencernos ahora para que llevemos (a mí ya me han convencido – el otro día me puso uno fabuloso). De esta manera, las ideas cuajarán en la medida en que sea el momento adecuado para que la sociedad las reciba.

Éste es un comportamiento que podemos vislumbrar en casi todas las actividades humanas (incluso me podría atrever a afirmar que en todas las actividades humanas). La revolución francesa jamás habría podido triunfar antes de lo que lo hizo. Hicieron falta muchos abusos, injusticias, atropellamientos, hambre, extorsiones y continuas desigualdades sociales para que todo el pueblo francés se uniera para acabar con el absolutismo y el feudalismo. Si un agitador hubiera intentado en el año 1.700 convencer a cualquier grupo de personas de las ideas de “Libertad, igualdad y fraternidad” hubieran acabado decapitándolo.

Estoy convencida que para cada cosa hay un momento y que ni se puede forzar lo que no está listo para llegar ni se puede evitar que llegue lo inevitable ni se puede cambiar lo que todavía no está preparado para evolucionar. Por eso, me hace gracia que, como bien dice Mrs. B en su post de ayer (http://glamourama.blogs.terra.es/ise_llevan_las_ugg#extendido
), las revistas se empeñen en sentar cátedra sobre algo que no depende sólo de ellas.

15.1.07

¿Un trío es posible?


El otro día en una cena surgió una curiosa pregunta, si un trío, no un trío de una noche, sino una relación de un trío, de dos tías y un tío, podía funcionar a largo plazo. Yo creo que es imposible que funcione. Primero y obviamente, porque bastante complicada es una relación entre dos personas como para meter una tercera en la ecuación. En segundo lugar, porque me parece complicadísimo que no se monte un lío tremendo entre las tías. Aquí estábamos partiendo del supuesto de que entre las dos tías hubiera también una relación afectiva, es decir que las tres personas del trío quieren a las otras dos y a su vez reciban amor de los otros dos. Este detalle tendría que limitar mucho la competitividad entre las tías, porque aunque habría situaciones en las que una de las tías y el tío estarían ensimismados y una de ellas se quedaría contemplando, también habría situaciones en las que ellas estarían en su rollo y sería el tío el que se quedaría fuera. Pero aún así me parece muy difícil que entre las dos tías no surja en un momento dado la competitividad por comprobar quien es la primera, porque incluso dando por supuesto que él estuviera perdidamente enamorado de las dos, nunca podría tener la misma relación con las dos, porque las relaciones no se establecen sólo por cómo es uno sino también por como es el de enfrente, por la situación personal por la que estás pasando en ese momento, incluso por la casualidad que hace que estés en una situación concreta más dispuesto a contar una intimidad o no contarla. Entonces, partiendo de la base de que nunca la relación va a ser igual entre él y una de ellas y entre él y la otra, estoy seguro de que una de ellas llegaría a sentirse celosa provocando situaciones incómodas. Y cuando yo argumentaba todo esto uno de los asistentes a la cena me dijo que él conocía a un trío que llevaba más de tres años viviendo juntos y que se llevaban fenomenal, que no había ningún tipo de problema entre ellas y que ninguna de las dos había llegado a encelarse de la otra por pensar que podía ser la segunda. Me contó que incluso habían tenido un hijo los tres. Obviamente, físicamente sólo dos de ellos eran los progenitores, pero los tres actuaban de padres. Yo no pude evitar opinar que a pesar de que ellas también tuvieran una relación entre ellas, el trío exige cierta sumisión por parte de ellas hacia él. Los que tenía enfrente me lo negaron, me decían que no tenía por qué haber sumisión, que era una tontería. Pero lo que ellos no entendían es que lo que a las mujeres nos hace sentirnos queridas es ser el centro de atención. Y en la combinación trío esa premisa falla en la relación de él con ellas. En la relación de las dos mujeres no veo ningún problema porque no creo que ninguna de ellas se pusiera celosa porque la otra le hiciera más caso a él que a ella. Porque hay muchas cosas que las mujeres compartimos sólo con otras mujeres, haciendo que ese protagonismo quede cubierto por esa exclusividad. Con él todo es diferente, las atenciones que no te muestra a ti se las muestra a la otra. Por tanto, en el momento en que dejamos de sentirnos el centro de atención, no actuamos con naturalidad, empezamos a sentirnos molestas y la relación comienza a erosionarse. Habrá que preguntarle al amigo del trío dentro de unos años, a ver cómo siguen. Si a ellos les funciona es que es posible.

12.1.07

Una pareja de enamorados hablando por teléfono


Hombre Y: “Acaba de llegar Ana.” (Ana es la asistenta)

Mujer X: “¡Ay!, se nos ha olvidado comprar el filtro del aspirador. ¿Te ha dicho algo?”

Hombre Y: “No.”

Mujer X: “¿Y no te ha regañado? Porque con la mala leche que tiene…”

Hombre Y: “Cariño, estás en el manos libres.”

Dos amigas hablando del novio de una de ellas


Mujer 1: “Se empeña en que vayamos en moto de compras y la gente se nos queda mirando.”

Mujer 2: “¿Por?”

Mujer 1: “Pues porque somos voluminosos y encima yo tengo que ir con todas las bolsas cogidas de cualquier manera y la gente se descojona.”

Las rebajas de Asos

Por favor, ¡quiero dejar de gastar! Me encantaría seguir comprando y comprando lo que me apetezca para hacer miles de combinaciones y poder ponerme cada día lo que me venga en gana pero cierta personita me va a acabar echando de casa como siga acumulando cosas.

Para aquellas que podéis (por dinero y por espacio) volveros locas con las rebajas de Asos (
http://www.asos.com), tienen un montón de superartículos por menos de cinco libras, de los cuales yo elegiría los siguientes:

Cartera Roja



Ideal para salir por la noche. Me encanta combinada con vaqueros estrechos, camiseta oversize (gris, negra o plateada) y zapatos de charol negro, ya sean de tacón o planos (según la imagen que se quiera dar).

Cartera morada



Odio el morado, siempre he odiado el morado. No tengo nada morado ni violeta ni lila. Pero... esta cartera me encanta. Me parece genial para combinar con un vestido negro y zapatos negros, ya sea largo o corto, para una fiesta o para una boda o para salir con uno de esos vestidos de punto de algodón de Zara o H&M.

Camiseta blanca


Y por último esta camiseta blanca oversize. Es monísima para ponerse con vaqueros pitillo y unas bailarinas de cualquier color. Acompañable por la cartera morada. También quedará guay para llevar de día con un jersey de cuello vuelto gris debajo y unos pantalones negros estrechos y bailarinas negras.

Por favor, que alguien aproveche estas gangas.

11.1.07

Noemi


Me dice una amiga, llamémosla Noemi, que mis columnas, artículos, posts o como se quieran llamar, son demasiado reivindicativos y poco graciosos. Sí, Noemí, tienes razón. Pero es que las cosas no se pueden forzar. Si me sale reivindicar, reivindico, si me pongo reiterativa, me pongo, si estoy tonta, pues lo estoy.

Noemi acaba de dejar de fumar. A lo mejor por eso está tan crítica, tanto como yo. ¿Cómo estás, Noemi?, ¿mejor?, ¿se te va pasando el mono? No te preocupes, llega un momento en el que casi no piensas en fumar, sólo cuando te pones muy nerviosa. Y también cuando bebes alcohol, ya para siempre, invariablemente. Esto no se puede alterar ya que es el orden natural de las cosas. Pero no pienses que bebiendo más se te va a olvidar que quieres fumar. Simplemente te emborracharás más. Pero por lo menos tendrás tus manos ocupadas. Yo que tú no fumaría nunca más. Esto que hago yo de fumar tres o cuatro pitis cuando me bebo un par de copas no es adecuado. Para empezar por la imagen que los otros perciben de ti. El otro día tuve que decir con un cigarro en la mano que yo había dejado de fumar. Obviamente se rieron bastante, sobre todo los que no me conocían. Y, claro, no se creyeron que lo dejé el dieciséis de mayo de dos mil seis, pensaron que era bola. Pero sí, ese día dejé de fumar. Y estoy muy contenta. Fue una decisión acertada. Ahora me levanto con la garganta perfecta, todo mi aparato respiratorio está despejado, el aire circula libremente, me libraré de esas feas arrugas de encima del labio que algunos llaman código de barras, de los dientes amarillos y manchados, mi ropa huele siempre bien… en fin, todo ventajas. Y lo que ahorro (porque lo ahorro, por mucho que algunos se empeñen en que no lo ahorras si no lo pones en un lugar físico, el dinero que no me fumo yo lo ahorro) lo invierto en esos caprichos que antes me daban cargo de conciencia. No sabéis que bonitos son mis Prada. Son como para ponerlos encima de la mesa del comedor para que todo el mundo pueda ver lo increíblemente preciosos que son. Mañana me los pongo. El problema es que cuando me los pongo tengo que ir a trabajar en Taxi. Es que en el metro me miran mucho cuando llevo zapatos de tacón y de charol. Sobre todo ciertos hombrecillos raros que supongo yo que serán fetichistas. Y la verdad, no da buen rollo. La última vez que me los puse y fui en metro encima me tocó ir de pie, lo cual es un infierno si llevas tacón. Y de repente se me pone a hablar un colega como si me conociera de toda la vida, llamándome María Victoria. Y cuando yo le respondí que no era yo, empezó a repasar una cantidad de colegios y sitios de verano y campamentos absurdos a ver si es que se había confundido de nombre pero sí nos conocíamos. Y yo estaba segura de que no le conocía porque de semejante tío raro me hubiera acordado. Pero él insistía. Y la gente nos miraba. Si es que el metro es un submundo en el que pasan cosas que jamás pasarían en la superficie.

10.1.07

Harta


Estoy un poco harta. ¿De qué? No lo sé. ¿Pero qué te pasa? No lo sé. ¿Pero te pasa algo? No lo sé. ¿Pero estás bien? Sí. ¿Entonces? No lo sé. ¿Qué pasa, que podrías estar mejor? Por supuesto. Pero no, no es eso. ¿Algún problema? Ninguno importante. ¿El trabajo? Podría ir mejor. Y podría ganar más. ¿Entonces es eso? No, eso es lo de siempre. ¿Y entonces, problemas personales? No, tampoco. ¿Todo va bien en ese aspecto? Sí, sin novedades. El amor como siempre, muy bien. Los amigos como siempre, también muy bien. ¿Y la familia? La familia está bien, tranquila. ¿Y de salud? También bien, hace un par de semanas tuve gripe. ¿Entonces?, ¿no hay nada de lo que te puedas quejar? No, la verdad es que no, de mi vida no. ¿Pero de algo te puedes quejar? Sí, supongo que sí. Por quejarme puedo quejarme, y mucho, de las cosas genéricas. ¿De las cosas genéricas? Sí, de las cosas genéricas: de los políticos mentirosos, de los grupitos de gente que van por las aceras en plan horizontal para que no pueda pasar nadie, de lo altos que están los precios, de que la vida no haga más que subir y subir, de la burbuja inmobiliaria, del terrorismo, de las mentiras sobre el proceso de paz, de la imposibilidad de los dos grandes partidos para ponerse de acuerdo en nada en detrimento de España entera y de todos los ciudadanos, de que siga existiendo la pena de muerte, de que haya mujeres y niñas a las que se les extirpa el clítoris, de que se muera gente de hambre mientras en nuestras casas la comida sobra, de no hacer nada para evitar lo poquito que podría evitar, de que la gente muera en condiciones horribles, de que Guantánamo siga existiendo, de que no todos los juicios sean justos, de que haya demasiada gente incapaz de sentir empatía, de que en los parques de al lado de mi casa el ayuntamiento no limpie, de que se reabran las heridas de España, de que se intenten defender posturas indefendibles, de que no haya otra opción al PP, PSOE e IU, de que todos los periódicos españoles estén condicionados por su ideología política, de que la televisión siga siendo malísima, de que haya tanta gente haciéndose famosa a base de vulgaridades, de que la educación se empiece a sustituir por prohibiciones y casi nadie diga nada, de ser una demagoga, de demasiadas cosas, supongo. Me quedo sin aliento…

9.1.07

Un restaurante griego


Es feo, cutre y con pinta de barato. Sólo puedes elegir entre tres menús degustación, los tres bastante caros y bastante malos en su relación calidad-precio. La vajilla es de duralex y la comida en general bastante incomestible. Menos mal que hemos pedido sangría y cerveza suficientes para olvidar estos hechos y poder llegar a hacer lo que habíamos venido a hacer: bailar encima de las mesas y romper platos.

Cuando ya terminamos la supuesta cena y el supuesto postre los camareros (que por supuesto no eran griegos) nos hacen subir a la planta de arriba donde van a ofrecernos el espectáculo. Allí hace un baile típico griego uno de ellos, el que parece que es el cabecilla en esto del baile, algo que queda demostrado en el segundo baile cuando vemos que los otros dos tienen que ir copiándole los torpes movimientos al otro. Es al principio de este segundo baile cuando el camarero rompe un plato tirándolo contra el suelo y uno de nosotros, emocionado ante la idea de que empiece por fin la diversión, coge uno de esos platos de duralex de encima de una de las mesas y lo tira con fuerza a los pies del camarero. Éste, sobresaltado, le mira bastante flipado y le dice que esos no son los platos para romper porque cortan y que los de tirar son unos especiales de escayola. Nos entregan sólo uno por persona y todos lo miramos con cierta tristeza en los ojos sabiendo que no va a ser suficiente. Después de un intento de baile comunal en el que había que tocarse los culos (situación un tanto violenta para cierta mujer en edad de merecer) orquestado por el camarero-cabecilla que finalmente nos deja tirar los platos de mentira. Los tiramos con fuerza. Parecemos turistas americanos en un “resort” en Hawai (yo nunca he estado en uno pero me los imagino así), nuestra diversión maniatada por la supuesta diversión organizada y ofrecida por el camarero-animador.

Decidimos que la siguiente vez que nos dé por romper platos los compraremos directamente nosotros, sin tener que volver a pasar por el restaurante. Así romperemos todos los que nos apetezca, hasta hartarnos. Queda por decidir en casa de quien organizaremos la cena. ¡Pido no!

Lejía


Hombre 1: “Pues a mí no me gusta usar lejía. Las dos veces que he dejado cosas en lejía, una vez una camisa y la otra una camiseta, se desintegraron cuando las saqué.”

Mujer 1: “¿Pero cuánto tiempo las dejaste?”

Hombre 1: “Toda la noche.”

----------------------------risas femeninas-----------------------------------

Mujer 2: “Y en lejía pura, claro.”

Hombre 1: “Sí. ¿Cómo si no?”

--------------------------más risas femeninas-------------------------------


-------------------------silencios masculinos-------------------------------

8.1.07

Los árboles y las luces de Navidad de Madrid


Menos mal que la Navidad ha acabado y dejaremos de ver esos árboles de Navidad y esas horribles luces de colorines que nuestro alcalde encargó a Agatha Ruiz de la Prada, Devota & Lomba, Ben Busche, Isabel Barbas y Sergio Sebastián. Por cierto que buscando precisamente estos nombres me he encontrado con este artículo (http://www.20minutos.es/noticia/187953/0/luces/navidad/preferidas/) del 20minutos en el que afirma que el barómetro municipal de consumo ha detectado que “Casi el cien por cien de los ciudadanos (97,1%) elige las luces y adornos como lo más apreciado en estas fechas”. Casi me desmayo. Si es que son horrorosas. Por supuesto no las he visto todas pero de las que he visto no me ha gustado ninguna. Las de Ágatha Ruiz de la Prada en la calle José Ortega y Gasset (la milla de oro de Madrid) son horrendas, demasiado coloristas, demasiadas luces, demasiados corazones y demasiado Ágatha. Las de la calle Bravo Murillo, que no sé de quién son, son aterradoras, unas especies de cuadros de colores igualmente demasiado llenas de millones de colores y haciendo formas nada bonitas ni estéticas. Los muellecitos de luz blanca de una parte del paseo de la Castellana son absolutamente deleznables, sólo falta una caja debajo de cada muellecito y una carita sonriente encima. Los árboles de la Castellana (uno en la bifurcación de Ríos Rosas y el otro en Plaza de Castilla) son para taparse los ojos cuando pasas, aunque vayas conduciendo. Es otro ejemplo multicolorista de la ida de olla del que decidió aprobar todos los proyectos sin pensar en si eran bonitos o no. Porque digo yo que el alcalde decidió dar vía libre a los “artistas” arriba mencionados (por aquello de la libertad de expresión). ¿Pero el alcalde no pensó que siendo el ayuntamiento el cliente del “artista” quizás tenía derecho a opinar algo? Porque si yo le encargo un vestido a un diseñador y me hace un boceto de uno que no me gusta le digo que me haga otro y no me callo y ya está porque él sea el artista y yo no. Porque lo que está claro es que nadie tiene el monopolio del buen gusto y por tanto todo es discutible. Como dice Mrs. de Winter (http://www.megustalamoda.blogspot.com) tanto, “para gustos colores”. Claro que si los madrileños están tan contentos, será que yo soy de otro mundo y tengo un gusto raro y por una vez Alberto Ruiz Gallardón está de acuerdo con casi el cien por cien de los habitantes de la capital. Pero en realidad lo que creo es que el barómetro ese es pura mentira y que los resultados se los inventa Gallardón para quedar bien.

Por cierto, que también he encontrado este otro artículo del 20minutos (
http://www.20minutos.es/noticia/176496/0/luces/navidad/madrid/) en el que dice que los creadores no han cobrado nada por el diseño ya que lo que querían era dejar su impronta en la ciudad. Así que me tengo que comer mis palabras (http://http://lasilladecebra.blogspot.com/2006/12/invitacin.html) y reconocer mi error. Pero este hecho no me hace dejar de pensar que nuestros impuestos estarían mejor invertidos si se dedicaran a paliar la burbuja inmobiliaria y no poner tanta lucecita inútil.

Y para terminar, no dejen de meterse en
http://www.agatharuizdelaprada.com porque la foto de entrada no tiene desperdicio.

5.1.07

Los papeles


El mundo se puede dividir en tres grandes grupos de personas según su relación con los papeles:

1 – En el primer grupo tenemos a todas esas personas cuidadosas que tienen todo ordenado y limpio a las que si les das un papel siempre te lo devolverán limpio y sin arrugas con sus cuatro esquinas perfectas, haya pasado un minuto o diez años desde que se lo diste, aunque con él hayan buscado el arca perdida por toda la selva o cruzado el Canal de la Mancha a nado.

2 – En segundo lugar están todos aquellos mortales que están en el grupo de en medio, probablemente el más numeroso, en el que los papeles sufren percances según lo que le pase a la persona dueña o responsable de ellos. Si esa gente corre un maratón los papeles que tengan en la mano acabarán sudados y arrugados pero si simplemente recorren con ellos un pasillo el/los papel/es no sufren/n ninguna consecuencia. Es lo más lógico y habitual, que los papeles sufran según sufra la persona portadora.

3 – Y por último tenemos a los destrozapapeles. Estas personas son auténticas máquinas capaces de arrugar un papel y que parezca que ha pasado por siete guerras mundiales tan sólo teniéndolo dos segundos en sus manos. No sé cómo lo hacen porque no lo tiran al suelo ni lo pisotean ni lo restriegan contra las paredes. Simplemente lo sostienen. Y cuando vuelve a ti lo miras totalmente incrédulo pensando que tiene que haber gato encerrado, que es imposible que el papel se haya transformado tanto en tan poco tiempo. A lo mejor es que esas personas tienen superpoderes y pueden hacer como en el anuncio de Renault asistencia en el que muestran cómo en un segundo pueden dejar un coche perfecto, como si los mecánicos fueran un híbrido entre un ingeniero de la Fórmula 1 y Superlopez.

4.1.07

Las dependientas


Casi siempre que hay cola para pagar en una tienda, ya sea una panadería, una tienda de ropa, de muebles o de lo que sea, la dependienta parece que tiene algo mucho mejor que hacer que atender a la fila que va creciendo y creciendo gracias a su tranquilidad. Una de las cosas que hacen más asiduamente es empezar a mirar un papel detenidamente y a anotar cositas en él. Estoy segura de que esas cosas que apuntan las pueden dejar para más tarde, para cuando no haya cola. O puede que no, que sea muy necesario y fundamental escribirlo en ese mismo momento pero a mí nunca me lo parece. Siempre pienso que deben tener algún tipo de síndrome sicótico que las obliga a disfrutar maliciosamente viendo la cola hacerse más grande cada vez y que en realidad están haciendo la lista de la compra. Otra de las cosas que hacen mucho, sobre todo en las tiendas de barrio, como panaderías y fruterías, es ponerse a comentar el tiempo, el peinado de la vecina o la enfermedad del perro de la de enfrente sin ni siquiera inmutarse o preocuparse lo más mínimo porque haya doce personas detrás esperando a que ellas terminen su conversación intrascendental y, sobre todo, innecesaria. Pero también es muy bueno cuando a algunas dependientes se les ocurre hacer las cosas muy despacio, en plan a cámara lenta, como si las manos y los brazos les pesaran, como si todo el mundo tuviera que aguantarse porque ellas, que son las más tranquilas del Universo, si van a un ritmo normal, que no frenético, no se concentran. ¿Realmente esta gente es consciente de que su velocidad corporal no es la normal? ¿No se dan cuenta de que ellas tardan más que sus compañeras en atender a la gente, que no hace falta mover el pelo como en “Los vigilantes de la playa” cada vez que vayas a doblar alguna cosa? ¿Es que no ven que la gente se impacienta, se muerde las uñas porque ven que la agonía no acaba? Pero lo mejor, lo que más me molesta, lo que de verdad me saca de mis casillas de las colas (y de esto no tienen ninguna culpa las pobres dependientas) es cuando te pones al final de una larguísima, de esas que dan susto, y la fila avanza, y nadie se pone detrás de ti, y tú miras discretamente hacia detrás a ver si es que ya no hay gente en la tienda, y no es eso, ni tampoco te han colgado un papelote de inocente, pero ya no viene nadie, y la cola sigue avanzando, y tú la eterna última, y entonces, llega tu turno de pagar y la cola muere contigo. ¿Hay alguna Ley de Murphy al respecto? Si no la hubiera, habría que redactarla.

No quería terminar sin recordar a todas esas dependientas maravillosas en las que no nos fijamos, aquellas que hacen su trabajo bien, rápido, que intentan aligerar la cola en cuanto ven que es demasiado larga, cuyas manos son hábiles y rápidas al pasar la tarjeta por el datáfono, aquellas que siempre tienen una sonrisa o una palabra amable como un simple gracias. A todas ellas: gracias por hacernos la vida más fácil y agradable.

3.1.07

Volver al trabajo


Después de las forzadas vacaciones de Navidad llega la calma etílica. El cuerpo necesita un descanso de tanto vino, champagne y copa ya que no es capaz de aguantar el tirón mucho más. Ya el treinta y uno por la mañana el estómago se daba la vuelta, los ojos evitaban mirar las botellas y a la boca no le sabía bien el primer reguero del día, las cañas del aperitivo. Pero el treinta y uno hay que beber. Salvo causa de fuerza mayor como por ejemplo ser diabético. Toquemos madera para que eso no nos pase nunca.

Y entonces llega el día uno de enero y por fin el descanso (tengo amigos que continuaron - no imagino cómo) y una puede pasarse el día tirada en el sofá intentando no recordar mucho de la noche anterior. Incluso me alegro de que la jornada laboral empiece otra vez al día siguiente ya que así por fin los excesos terminan y el cuerpo puede recuperarse. Pero al día siguiente suena el despertador y ya no me alegro tanto de que la rutina haya vuelto a instalarse en mi vida. Es entonces cuando me arrepiento de haber dormido hasta tarde el uno, de haber dormido también una pequeña siesta y de haberme quedado hasta tarde viendo CSI pensando, ilusa de mí, que a pesar de todo me despertaré descansada. Y entonces, con ese horrible sonido, me acuerdo de ese sueño que casi todos tenemos en el que ganamos la lotería. Aunque siguiera trabajando (no todos queremos convertirnos en unos ociosos – reconozco que es posible que estemos tarados), ya no sería tan tedioso, sobre todo los lunes, porque iría por gusto al trabajo e incluso podría tener un súpercurro en el que entrar a las diez y salir a las dos. Sólo por el entretenimiento. O montar una empresa. O varias. O una fundación. O viajar. O lo que fuera, pero que no fuera obligatorio. Y entonces despertarse sería más fácil y más divertido. Porque por mucho que a uno le guste su trabajo si es obligatorio no es tan fenomenal como si lo hicieras simplemente por gusto. Lo de trabajar por gusto debe ser un planazo. Ojala pudiéramos trabajar siempre así, sin sentirnos obligados, simplemente libres, sin sentir esa presión de tener que pagar casa, comida, luz, teléfono, agua, seguros… Sería una gozada ir por la calle por la mañana. Todo el mundo iría sonriendo y feliz en vez de con cara de acelga y deseando estar en otro sitio.

2.1.07

Los tacones

Un grupo de amigos entra en una fiesta de la amiga de la novia de uno de ellos. Nada más entrar se les avisa de que hay que quitarse los zapatos para no molestar a los vecinos de abajo con el ruido de los tacones al andar y bailar (vecinos que no debían estar porque a eso de las seis de la mañana los saltos, gritos y cánticos eran indescriptibles y seguramente mucho más molestos que cien zapatos zapateando). No todos se los quitan. Entre ellos la novia de otro de los amigos. Eran unos zapatos plateados, con mucho tacón. Todos mirábamos los tacones con pavor, temiendo que en cualquier momento la mujer osada plantara uno de ellos encima de nuestros piececitos vulnerables. Pero ella no se daba por aludida. Estoy segura de que tuvo que notar tanta mirada asesina sobre sus zapatos. A partir de ayer cada vez que la veamos siempre vamos a pensar en ella como la mujer de los zapatos plateados de tacón que no quiso desprenderse de ellos en aras de la seguridad general. Pero eso sí, cuando se fue, se preocupó de buscar a la anfitriona y agradecerle dos veces en una conversación de tres frases la invitación a la fiesta y decirle lo fenomenal que se lo habían pasado. La anfitriona lo duda. Lo de que se lo hubiera pasado fenomenal. Dado que se había negado a quitarse los zapatos plateados de tacón fue continuamente observada en la hora que estuvo por allí y solo fue vista bebiendo y hablando con su novio y sus amigos en tranquila conversación al lado de la mesa de las bebidas. Sí, es cierto, la anfitriona ha sido demasiado crítica con ella. El hecho de que eso lo hubiera podido hacer igual en cualquier otro lugar no justifica el dudar de su palabra. Pero fue culpa suya. Si se hubiera quitado los zapatos todo el mundo la habría querido mucho y la anfitriona habría pensado que era educadísima.

(En realidad no sé si fue puntualmente informada sobre la conveniencia de quitarse los zapatos pero seguro que cincuenta pares de zapatos en la entrada de la casa le deberían haber dado alguna pista)