31.5.07

Error


Saber reconocer los errores de uno con elegancia es una cualidad que deberíamos trabajar todos. A ninguno nos gusta equivocarnos y, peor aún, tener que reconocerlo, pero no hacerlo es mucho peor. Porque la persona que tienes enfrente sí se ha dado cuenta de que has cometido un error, sí se está dando cuenta de que no quieres reconocerlo y eso es mucho más ridículo que un “ayyy, qué razón tenías, si es que a veces se me va la cabeza”.

Hay veces que cuesta y otras que preferiríamos que nos atacara un dragón antes de recocerle a ciertas personas que ellas sí habían acertado, sobre todo a esas marirresabidillas que siempre te dicen todo con un tono tipo inglés en plan súper”polite” a las que nos gustaría zarandearlas un poco para conseguir que se soltasen un poco.

Pero peor aún es cuando sabes positivamente que tienes razón y aún así tu jefe se empeña en llevarte la contraria. Hay un determinado número de veces que puedes darle tus argumentos. No puedes insistir hasta el infinito y, a veces, si un jefe se empeña en tener razón, le dan igual tus argumentos y actúa como una cabra a la que se le han enredado los cuernos en una valla (esta imagen está sacada del libro del i-chin) y no te queda más remedio que darle la razón – o callarte, que es lo mismo – en pro de la paz laboral. Sin embargo, cuando es al revés, y eres tú el/la que te empeñas en tener razón cuando no está tan claro que la tengas tienen la osadía de llamarte tozudo, testarudo o similar. Claro que como son jefes, tienen justificado lo de tener doble rasero. Porque a ver quién es el listo que le dice: “oye, ¿no te parece que tienes un poquito de cara?”. Tengo un amigo que dice que las frases fundamentales para relacionarte con tu jefe son “sí, jefe”, “yo no he sido, jefe” (aunque sí hayas sido), “buena idea, jefe” (aunque sea tuya y él la haya adoptado).

30.5.07

Cosas


Carlos Herrera dice Jamiroquai tal y como se lee en Español. ¿Un buen periodista debería haberse informado de cómo se pronuncia?

En EEUU, capital del capitalismo (me encanta esta frasecita),
están patentando posturas de yoga. Muy fuerte. ¿Eso implica que si le enseño una postura a una amiga estoy pirateando?

Estoy moralmente en contra de la piratería. Pero si nos cobran un cánon por cada artículo susceptible de colaborar con la piratería, entonces mi delito ya estará justificado. Estaré pagando los derechos de autor con el dichoso cánon. Mientras se aprueba, sigo comprando los discos de los grupos que me gustan. El otro día intenté comprar el de Paolo Nutini en El Corte Inglés y no lo había. Así que tuve que colaborar con la piratería para poder tenerlo. No fue mi culpa.

Que no se crea Gallardón que por haber sacado la mayoría absoluta más aplastante de la historia de la democracia en la alcaldía de Madrid significa que todo lo que ha hecho y hace nos parece bien. Estamos hartos de los parquímetros, de que no haya taxis ni metro por la noche y de que la red de autobuses deje mucho de desear (entre 6 y 10 minutos de espera no son 20 minutos, pero, claro, cómo se va a dar cuenta si ni él ni su círculo más cercano no cogen el autobús).

Desde esta mañana tengo Internet en casa. ¡¡¡VIVA!!!

Mi pelo, con Pantenne, recupera todo su brillo y esplendor. Voy como en el anuncio, brillante, sedosa, estupenda y fabulosa. Sólo me falta la música de fondo. No es coña.

29.5.07

Caprichos del destino


Un vestido, muy bonito, negro con una cremallera que abre y cierra todo desde abajo hasta arriba por delante. No se puede llevar sujetador. En primer lugar porque cualquier movimiento un poco brusco haría que se viera. En segundo lugar porque como el vestido ya coloca y recoloca todo por sí mismo, si le añades sujetador te arriesgas a tener una colocación de pechos excesivamente sugerente. Debajo del vestido unas braguitas preciosas y unas medias-medias, de las que llegan sólo hasta el muslo, más cómodas, más bonitas y muy fascinantes si alguien llega a verlas. Después de estar toda la noche por ahí, la portadora del vestido decide irse a casa con una amiga y con un amigo (que por cierto también es un ex). Ella va en medio y uno a cada lado. De repente y sin previo aviso la cremallera se abre entera. De arriba a abajo sin dejar ninguna parte cubierta. El histerismo invade a la protagonista, se gira hacia su amiga, grita, el taxista pregunta “¿qué pasa?” y enciende la luz, la amiga, rápida de reflejos le dice “¡no, no!, ¡apaga la luz!”, el amigo quiere saber qué pasa, intenta asomarse por encima del hombro de ella, la amiga le aparta la cara con la mano y le dice que no mire, ella se siente desnuda, muy desnuda, las braguitas ideales, las medias perfectas y la falta de sujetador hacen que se ponga cada vez más histérica, intentando arreglar una cremallera que se niega a ser arreglada, que si la subes se vuelve a bajar. El taxista no entiende nada. “Seguro que me está mirando por el retrovisor” piensa ella. “Le habrá visto todo” piensa la amiga. “Qué suerte tiene el muy cabrón con ese espejo. Y yo sin poder mirar…” piensa el amigo.

Afortunadamente los ánimos se calman, las manos vuelven a ser hábiles y tras diez minutos de sudores fríos la cremallera vuelve a su sitio y ella vuelve a respirar profundamente mientras piensa: “¿por qué narices tuve que pedirle este traje a Moi?”.

28.5.07

Una chorrada


Mi amigo guapo STG recibe un encargo: escribir una biografía. ¿Alguien escribirá mi biografía cuando yo muera? No es que mi vida sea especialmente diferente. Ni he descubierto la cura contra algo, ni soy un genio de las matemáticas, ni me lancé en picado contra un kamikaze en la segunda guerra Mundial, ni escribí – ni escribiré - una novela genial ni he hecho nada todavía que merezca una biografía. ¿Pero haré algo algún día que sea genial? Porque si lo hago es importante que empiece a anotar mis más oscuros secretos y mis más retorcidos pensamientos, no vaya a ser que parezca una persona que no soy sobre el papel. Porque aunque un biógrafo supongo que siempre rebusca y rebusca para intentar alcanzar ciertos visos de realidad, siempre hay cosas que quedarán en el tintero, detalles importantes que a lo mejor las pocas personas que conocían esa tontería del biografiado no considerarán importante y por tanto no contarán en ninguna conversación (si sobreviven a éste) al biógrafo.

Por ejemplo, una biografía sobre mí no tendría sentido sin la última tontería que se me ha ocurrido: el carnet por puntos de vestir. ¿Por qué hemos de sufrir los inocentes los crímenes visuales de los horripilantemente vestidos? Si el Estado considera que no podemos ver la campaña de Dolce & Gabbana no vaya a ser que alguno por ahí se inspire y le haga lo que le tiene que hacer como se lo tiene que hacer a sus parejas/mujeres, ¿por qué no iba a considerar la posibilidad de establecer un carnet por puntos para ahorrarme a mí y a treinta y nueve millones de españoles los horribles estilismos de los profanadores visuales? Dado que poner un carnet por puntos de vestir recortaría las libertades y derechos de las personas, habría que aplicarlo sólo en casos extremos de obvio y tangible daño al orden y tranquilidad pública. Sólo aquellos y aquellas que vayan provocando casi-vómitos por la calle y miradas de terror tendrán que ser amonestados con privaciones de puntos que si se agotaran obligaría a llevar un uniforme de pantalón, camiseta y jersey básicos, bien en blanco, en marino, gris o negro al delincuente visual. También podríamos añadir el carnet por puntos de oler.

Regla 1: Aquél que huela mal será obligado por un agente a ducharse y lavarse por las mañanas, así como a echarse un desodorante o antitranspirante adecuado a su capacidad olorífica.

Regla 2: Todo aquél que se eche demasiada colonia será obligado a lavarse en la fuente más cercana con jabón lagarto.

El autobús y el metro serían un lugar mejor.

P.D. MUY IMPORTANTE: Obviamente, el carnet por puntos de vestir y el de oler son una estupidez, atentan contra los derechos fundamentales y nunca estaría de acuerdo en que se impusieran. Pero no por eso dejan de ser graciosos.

16.5.07

Una persona feliz


Tengo una amiga muy mona que se llama MQ que es muy estupenda y fabulosa. Odia arreglarse y echa pestes contra la moda pero sabe que ella se lo puede permitir porque ella es ideal y cualquier cosita le queda estupenda. Es muy amiga de sus amigos y a todos los adora. Siempre que habla de ellos lo hace con muchísimo cariño, se nota que son un grupo consistente. Nunca se mete con nadie y demasiadas veces anda de defensora del diablo (MQ, hay veces que las cosas son indefendibles). Casi nunca la he oído criticar a nadie y cuando lo ha hecho ha sido porque la otra persona se lo merecía de verdad. Es ecuánime y paciente pero como todos los humanos, tiene sus defectillos. O bueno, más bien grandes defectos, por qué minimizar lo imperdonable. El otro día me enteré de que le gustan Bisbal y Enrique Iglesias, algo que no acabo de asimilar porque es absolutamente incompatible con su personalidad cero-cursi (si por ella fuera, dejarían de fabricarse lazos en el mundo entero). Tampoco logro encajar muy bien en su intrincada personalidad su afición por los casinos heredada de su padre que hasta tenía profesor de Black-Jack. Pero por todo lo demás es bastante coherente y adorable y ahora anda felicísima por la vida – siempre anda feliz pero hoy y ayer todavía más – porque sus amigos, que deben ser tan geniales como ella, le hicieron el lunes una fiesta sorpresa por su cumpleaños. Ha sido especialmente especial porque ha sido sorpresa de verdad, sin indirectas de ella y sin imaginárselo para nada. Por supuesto se sintió muy querida por toda la gente que se plantó allí para celebrar su cumpleaños y hubiera sido la noche más perfecta y especial de toda su vida si no hubiera sido porque ni tan siquiera ella se dio cuenta de que A MÍ NO ME HABÍAN INVITADO. Vale que no conozco a ninguno de sus amigos y que yo no pintaba nada ahí, ¿¿¿pero no invitarme a mí??? Esto no se le hace a Moi, MQ, que yo soy muy mona y muy salada y no soy sólo la “amiga de”. Por cierto, hoy es mi cumpleaños y no me has felicitado. Me debes una.

14.5.07

Intentando racionalizar


Ayer no me quedó más remedio que escuchar por la radio la segunda parte del partido del Barça contra el Betis. No me gusta nada el fútbol y paso del tema de los equipos. Si acaso, que ganen los de Madrid por aquello de ir con lo más cerca tengo. Pero en el tema del Barça ando simplificando y deseo con demasiadas ganas que no ganen la liga, que no ganen la Eurocopa (o lo que estén jugando que no tengo ni idea) y muy en el fondo de mi alma no puedo dejar de pensar que mis grandes amigos que van con ese equipo traicionan la unidad de España. De verdad que no soy el alter-ego de Aznar, que soy muy normal y que, sobre todo, abogo por la libertad y porque los tocapelotas de los políticos dejen de recortarnos los derechos y de censurar todo lo que a ellos no les gusta. Sé que el tema del Estatuto de Cataluña me afectó demasiado, que desde entonces no he vuelto a ser la misma, que debería empezar a superarlo desde ya y que tampoco pasa nada porque nuestra joven Constitución esté siendo un fracaso absoluto. Pero claro, el intentar racionalizar no ahoga sin más los deseos más impuros de una así que dentro de lo que cabe, escuchar ese partido no era la peor tortura que me podían aplicar ayer. Y, aunque no me imaginaba que podía ocurrir, me reí. No puedo entender por qué gritan tanto cuando narran las cosas. Sé que un gol es importante pero más importante es que Sarkozy ganara las elecciones francesas y los prudentes y profesionales presentadores de los Telediarios no nos lo narraban como si el mundo se hubiera vuelto sordo de repente. Ojalá todos los comentaristas deportivos se quedaran afónicos. El mundo sería más feliz, estoy segura. También es curioso que cuando no pasa nada medianamente interesante (la mayoría del partido, por cierto) montan ahí una charleta en un momentito varios personajes y cuentan lo primero que se les pasa por la cabeza. Ayer Bibi Andersen, a la que adoro, comentó lo poco que cree en el amor eterno ya. Ella cree en el amor, pero lo de eterno cree que es demasiado largo. Pero claro, entre tanto grito y tanta charleta es difícil saber quién va ganando. A lo mejor es que yo soy una simple principiante y me distraía demasiado con los arbolitos que iba viendo pasar pero lo cierto es que cuando estaba convencida de que iban 2-0 y de que estaba prácticamente todo perdido, resulta que metió un gol el Betis e iban 1-1. También curioso la incorrección con la que los comentaristas utilizaban la expresión “a la sazón”. ¿Será defecto profesional o sólo un deje de Onda Cero?

10.5.07

Equilibrio cósmico


Pobre amiguita-guapa. Ayer iba ella tan contenta por la calle, recién duchada, feliz porque salía de la suciedad de su pisito en obras en dirección a alguna terracita mona, y en un paso de cebra esperando a que se pusiera en verde notó algo en la cabeza. “Ay, se va a poner a llover” pensó ella. Pero no, no empezaba a llover. Contrariada, se llevó la mano a la cabeza para averiguar que era aquello que había notado y… descubrió con mucho asco y mucha sorpresa que era una cagadita de paloma. O más bien una gran cagada de palomo. Ojoplática, sin creérselo todavía, miró a su novio y le pidió que mirara. Sí, le confirmó sus sospechas y no pudo evitar echarse a reír. Afortunadamente, todavía estaban cerca de casa. Pero en el camino de vuelta la sensación se volvió más y más desagradable: la caca goteaba por su cuello y le empezaba a manchar la ropa. La pobre, con su novio riéndose a su lado, quería, necesitaba llegar ya a casa y poderse duchar y quitarse esa enorme plasta que la inundaba como en una de sus peores pesadillas. Media hora más tarde, ella ya de nuevo limpia y reluciente, volvieron a la calle. Ella miraba todo el rato hacia arriba. Y ya no quiso ir a ninguna terracita, aunque tuviera sombrilla.

Pero ya se sabe que cuando pisas una caca o te cagan encima, el destino, la vida o las fuerzas cósmicas, te compensan tu desgracia con alguna alegría. En su caso ha sido la de por fin encontrar entradas para el concierto de Björk en Madrid.

“¿Una cagadita de paloma a cambio de dos entradas para el concierto de Björk en Madrid?”

“Buenoooo, vengaaaaaa, valeeeeeee”

“Pues ahí va”

PLOF

“Pero Sr. Fuerza Cósmica, usted ha dicho una cagadita de Paloma, no una Gran Cagada de Palomo.”

“Es que Björk es Björk. Si hubiera sido El Canto del Loco, otro gallo cantaría – que no cagaría - ”

9.5.07

La peluquería


Odio la peluquería. No me gusta el ambiente de las peluquerías, la confianza que se genera entre las clientas y las peluqueras, los chismes volando de un lado a otro, las revistas del corazón arrugadas, destrozadas, miradas y remiradas, los antiestéticos rulos campando a sus anchas por miles de cabecitas limpitas y mi cara de cague pensando que el resultado va a ser horrible hasta que consigo ver el resultado final y logro respirar.

Un detalle que me ha hecho recorrerme bastantes peluquerías y no confiar absolutamente en ninguna peluquera ha sido que me corten más de lo que me han dicho que me van a cortar, que el corte sea más exagerado de lo que me habían dicho y que se empeñen en hacerme una cosa, que como bien sabía yo, no me iba a gustar.

Después de recorrerme un montón de peluquerías de Madrid – al contrario que todas mis amigas que llevan yendo a la misma años y años y años – por fin encontré a una peluquera genial, que me entiende, que sigue al pie de la letra mis instrucciones a pesar de tener ella razón en alguna que otra ocasión pero también insistente cuando sabe que tiene que insistir. Pero el precio de haber encontrado a mi peluquera perfecta es demasiado alto: pagar entre cuatro y ocho veces más que en otras peluquerías. Pero no me importa, ella corta el pelo tan bien que merece la pena. Además, puedo estar un montón de tiempo sin volver a la peluquería ya que los buenos cortes sobreviven en buen estado mucho más tiempo que los malos. La única pega es que no cogen hora y un día que me pillaron despistada y que María Jesús no estaba me convencieron para que me cortara el pelo otra… qué desastre… Primera y última vez, claro. Si voy y no está Maria Jesús disponible, mejor volverme a casa sin que me hayan cortado.

Pero aún habiéndola encontrado me cuesta mucho pasar por allí. Desde que tomo la decisión de que tengo que volver a cortarme el pelo hasta que voy otra vez a la peluquería acaba pasando demasiado tiempo. Sólo de imaginarme a todas esas mujeres metidas en sus secadores, cotilleando y manoseando esas revistillas me da una pereza horrorosa. Y de repente un día mi pelo me dice: “¡¡¡Ya no puedo más!!! ¡Plántate de una vez allí porque necesito una renovación completa!”. Y yo obedezco. Vaaaaaleeeeeeee, esta semana voy sin faltaaaaaaaaaaaaaaaaaa.

8.5.07

Insistencia


Día 1

Acelguita: “Cereza, ¿me puedes dar los listados XY?”

Cereza: “Lo siento, no puedo. Me ha encargado La Gran Acelga que haga el Coñazo Número 1 urgentemente y que lo deje resuelto cuanto antes. En cuanto lo termine, te miro lo de los listados y te los doy.”

(para enjuiciar este hecho hay que considerar que los listados XY son bastante breves y que lo que tiene que hacer Acelguita con ellos es, por tanto, bastante breve y tiene muuuuuucho tiempo todavía para poderlo hacer)

FIN DE SEMANA POR EN MEDIO (Días 2 y 3)

Día 4

Acelguita: “Hola Cereza. Que yo venía a pedirte los listados XY.”

Cereza: “Como ya te dije el otro día, La Gran Acelga me he pedido que haga el Coñazo Número 1 y lo quiere urgente. No puedo dejarlo aparte para hacer otras cosas a no ser que sean igual de urgentes, que no es el caso.”

Acelguita: “Vaaale.”

Si no fuera porque hoy habré terminado el Coñazo Número 1 y por tanto podré darle a Acelguita los Listados XY de las narices, seguro que me los volvía a pedir.

4.5.07

La infelicidad motorizada







Estoy convencida de que una de las razones fundamentales de la infelicidad en Madrid es el tener que coger el coche todos los días. Cuando no vivía en el centro de Madrid y tenía que coger el coche para moverme a casi cualquier sitio era incapaz de desprenderme de mi apéndice motorizado incluso para ir a la vuelta de la esquina. Andar era un ejercicio inútil e innecesario. Luego me fui a vivir al centro de Madrid y tuve que abandonar el coche por razones prácticas ya que no se podía aparcar en ningún lado y había muchos atascos. Al principio me costó acostumbrarme al metro y al autobús pero enseguida me olvidé del coche. Empecé a andar cada día más y a disfrutar del tiempo muerto que te ofrece el transporte público, sobre todo leyendo. Cuando decidí cambiarme de casa lo hice aún sabiendo que tenía que renunciar al transporte público por estar ésta muy mal comunicada con mi trabajo. Afortunadamente, al ser todo el centro de Madrid de aparcamiento controlado, ya no hay atascos (por lo menos por donde voy yo) y el tráfico es mucho más fluido Pero ahora tengo que renunciar a leer o a jugar a la Nintendo DS para centrar todos mis sentidos en conducir, insultar al que no me deja pasar, ser insultada por el tonto de turno, sufrir a los taxistas que les encanta ir por dos carriles, aguantar a los motoristas que te adelantan por un huequín enano cuando hay un poco de tráfico pero cuando no hay coches se ponen justo delante de ti para que no puedas adelantarles, tolerar a los peatones que se empeñan en cruzar cuando está en rojo, soportar las esperas detrás de los autobuses que efectúan su parada, llorar cuando no encuentro aparcamiento rápidamente y darme cuenta de nuevo de que la fila que escojo SIEMPRE es la más lenta.

Mientras estoy en el coche he de reconocer que soy completamente infeliz, la envidia me corroe al ver las caras de acelgas de los ocupantes de los autobuses, sus ojos perdidos en la lejanía. Menos mal que en cuanto llego a mi destino y cierro la puerta del coche, el mundo vuelve a sonreírme, el cielo vuelve a ser azul, me alegro muchísimo de que mi casa nueva sea tan genial y se me olvida lo horriblemente horrible que es conducir en Madrid.