Desde que recuerdo siempre he tenido predilección por ciertas prendas y un odio acérrimo a algunas cosas que mi madre me obligaba a ponerme. Los fines de semana me liberaba del horrible uniforme de colegio y me gustaba sacar mi ropa preferida del armario e ir poniéndola sobre la cama haciendo conjuntos hasta dar con el adecuado. Recuerdo unas bermudas vaqueras con florecitas naranjas y amarillas que combinaban fenomenal con una camiseta amarilla. Con amor recuerdo también un vestido tipo marinero cuya charina (sí, sí, se llama charina la movida esa que cuelga de los uniformes marineros) me mangó una rata en un restaurante (….! sí, sé que parece increíble pero así fue o así me lo contaron). Con pavor rememoro el conjunto aquél de pantalón de pana y jersey de cuello polo en rojo que me dio una gran alegría cuando se me quedó pequeño pero también trajo una muy mala noticia: el de mi hermana, exactamente igual pero en amarillo, ya no me quedaba grande.
Con esta pequeña introducción seguro que se entenderá mejor mi amor por la ropa y las combinaciones y mi firme creencia de que la forma de vestir transmite mucho de uno mismo. Incluso el que intenta transmitir que pasa de la ropa - o de la moda - con lo que se pone – o no se pone - dice mucho de su interior. Por eso no creo en la uniformidad ni en las modas masivas. Con esto no digo que no siga la moda, obviamente los cánones estéticos, queramos o no, por la televisón, por la música, por la gente que hay en la calle, por el arte y por mil cosas más van mutando en todos nosotros. Y así el concepto de belleza va cambiando con el tiempo y cada uno va adaptando lo que más le llama la atención de cada época a su criterio estético. Vistiéndome cada día me siento yo y no disfrazada, me siento yo – insisto – y por tanto diferente. Y por esto me molesta enormemente coincidir con mis amigas en alguna prenda o accesorio. En esos momentos me siento un poco clon, muy poco “yo”. Es verdad que ni Zara ni H&M son exclusivos y que por lo que yo le pago al Sr. Amancio Ortega por una falda no me puede asegurar que no habrá por ahí otras cien mil iguales. Pero como en general a la gente no le gusta ir igual que a media ciudad, él se ocupa de repartir muy bien los modelos para que sea una excepción el día que te encuentras a alguien en el semáforo con el mismo vestido que tú. Sin embargo, la mitad de mis amigas creen que si un vestido es bonito, que más da que lo tengamos dos o tres de nosotras e ir vestidas igual… Ellas argumentan que cuando compras en una tienda tan accesible y poco exclusiva como Zara/H&M/Sfera/Blanco/etc. tendrás que asumir que tus amigas pueden querer lo mismo que tú. Yo respondo que habiendo tantos modelos y posibilidades y ropa mona en todas estas tiendas no entiendo por qué tenemos que ir vestidas iguales si sólo somos seis, siete u ocho amigas. Yo he llegado a dejar de usar unos zapatos bicolores muy llamativos porque una amiga los tiene igual que yo. Es nuestra eterna discusión. Y no creo que se zanje jamás. ¿Vosotros/as que pensáis?
Con esta pequeña introducción seguro que se entenderá mejor mi amor por la ropa y las combinaciones y mi firme creencia de que la forma de vestir transmite mucho de uno mismo. Incluso el que intenta transmitir que pasa de la ropa - o de la moda - con lo que se pone – o no se pone - dice mucho de su interior. Por eso no creo en la uniformidad ni en las modas masivas. Con esto no digo que no siga la moda, obviamente los cánones estéticos, queramos o no, por la televisón, por la música, por la gente que hay en la calle, por el arte y por mil cosas más van mutando en todos nosotros. Y así el concepto de belleza va cambiando con el tiempo y cada uno va adaptando lo que más le llama la atención de cada época a su criterio estético. Vistiéndome cada día me siento yo y no disfrazada, me siento yo – insisto – y por tanto diferente. Y por esto me molesta enormemente coincidir con mis amigas en alguna prenda o accesorio. En esos momentos me siento un poco clon, muy poco “yo”. Es verdad que ni Zara ni H&M son exclusivos y que por lo que yo le pago al Sr. Amancio Ortega por una falda no me puede asegurar que no habrá por ahí otras cien mil iguales. Pero como en general a la gente no le gusta ir igual que a media ciudad, él se ocupa de repartir muy bien los modelos para que sea una excepción el día que te encuentras a alguien en el semáforo con el mismo vestido que tú. Sin embargo, la mitad de mis amigas creen que si un vestido es bonito, que más da que lo tengamos dos o tres de nosotras e ir vestidas igual… Ellas argumentan que cuando compras en una tienda tan accesible y poco exclusiva como Zara/H&M/Sfera/Blanco/etc. tendrás que asumir que tus amigas pueden querer lo mismo que tú. Yo respondo que habiendo tantos modelos y posibilidades y ropa mona en todas estas tiendas no entiendo por qué tenemos que ir vestidas iguales si sólo somos seis, siete u ocho amigas. Yo he llegado a dejar de usar unos zapatos bicolores muy llamativos porque una amiga los tiene igual que yo. Es nuestra eterna discusión. Y no creo que se zanje jamás. ¿Vosotros/as que pensáis?