14.2.07

Las contraseñas


La intempestiva vida en internet y las nuevas tecnologías me hacen desconfiar algo de la seguridad en las transacciones electrónicas, tanto en la red como en la realidad. Como no voy a dejar de comprar ni de una manera ni de otra (por internet se encuentran chollos y cosas que jamás encontrarías en tu ciudad – en la realidad necesito las tarjetas de débito y de crédito ya que es imposible ser operativa sin ellas) tengo que adaptarme como puedo y suplir esa inseguridad de alguna manera. Mi única, genial y efectiva medida – o por lo menos, eso creo yo – es no usar siempre la misma contraseña. Como mucho repito la misma dentro del mismo sistema pero en diferentes empresas siempre uso una diferente siempre. A veces utilizo contraseñas relacionadas para temas similares pero siempre hay algo diferente, aunque sea una letra o un número. Hasta tal punto llega mi pequeña obsesión que tampoco repito nunca pregunta y respuesta de las que hay que poner por si te olvidas la contraseña. Y por supuesto nunca pongo preguntas obvias como ¿a qué colegio fuiste? o ¿cómo se llamaba tu primera mascota?, porque eso sería adivinable por un buen investigador (ni que fuera yo Alicia Koplowitz, no es que mis contraseñas guarden los tesoros perdidos de los barcos españoles hundidos en la época de los piratas). Recuerdo que en alguna ocasión al registrarme en algún sitio extraño había que elegir entre cuatro o cinco preguntas obligatorias muy obvias y la respuesta que puse fue algo en plan “Ja Ja, a ti te lo voy a decir”. Tampoco me gusta que todos mis registros desemboquen en la misma dirección de e-mail y para evitarlo llegué a abrirme cinco cuentas de correo, cada una para un tipo distinto de uso: una para cosas serias, otra para registros de cosas chorras, otra para comprar, otra para publicidad… En fin, obviamente, he ido reduciendo el número y ahora sólo uso dos. Y, además, cada vez que me registro doy información falsa. Me invento mi nombre, fecha de nacimiento, incluso país de residencia. Sé que es absolutamente estúpido y que no hay nadie acechándome pero soy incapaz de unificar criterios. Y encima semejante paranoia se ve alimentada con noticias en la prensa como aquella de hace tres o cuatro meses en la que informaban que había habido un fallo de seguridad en “Second Life”, un juego on-line, por el que toda la información personal de muchos clientes había quedado expuesta, incluida la contraseña. En esos momentos me alegro mucho de tener una lista interminable de contraseñas de las que en ocasiones, no soy capaz de acordarme.

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