16.4.07

Mi vida con cajas


Las cajas están alrededor de la cama, invaden también los otros cuartos, los libros están desordenados, los objetos se preguntan cuál será su ubicación definitiva, la antena de la televisión no funciona y el perro ayer entendió, tras visitar la antigua casa vacía, que esa ya no era nuestra casa.

Pero, de nuevo la vida te enseña que aunque una mudanza sea un infierno, hay cosas mucho peores ocurriendo por ahí y que hay que sentirse afortunado por irse a una casa que te gusta más, aunque suponga desembalar y desembalar y seguir desembalando hasta el día del juicio final (¿dónde narices están mis gafas de sol?). Ayer a mi pobre padre se le cayó el techo encima de la cabeza. Los dos cuartos de baño de su casa empezaron a soltar agua sin parar. A veces era un riachuelo, otras el Amazonas en época de lluvias. El jabón cayó al suelo y convirtió uno de los baños en una pista de patinaje estupenda. Así que se ha pasado el pobre toda la noche despierto vigilando que no se inundase la casa entera, recogiendo palanganas, pasando la fregona. Mientras, el portero vivía tan pancho y sentía orgulloso de haber tomado la decisión de no haber cortado el agua porque – oh, dios mío – cómo iba a dejar sin agua a todo el edificio. El presidente de la comunidad también pasó del tema y no tomó cartas en el asunto. Parece que la única obligación del presidente de la comunidad es convocar juntas, levantar actas y demás chorradas. Juan Cuesta es un mito. Y a pesar de que todo el mundo estaba avisado de que no podía ducharse ni poner lavadoras a las seis de la mañana ha empezado a caer otra vez el Amazonas. Porque cuando a la gente no le cae el agua encima dice “Qué más darán unos litritos de agua en el primer piso? Que lo recojan con una palangana”. Menos mal que no han hecho ciertas cositas en el váter…

Afortunadamente, por la mañana llegó el relevo y el portero cabal cortó el agua en espera de que llegara el fontanero.

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